Una consulta recurrente entre las muchas que les llegan a nuestros manitas es la que tiene que ver con los tacos de fijación; concretamente, con cuál es el tipo de taco más adecuado para determinado uso/paramento.
No es un tema carente de importancia pues de la elección del tipo de taco correcto puede depender que nuestro flamante nuevo mueble colgado de diseño no acabe en el suelo con toda la vajilla “buena” hecha pedazos en su interior (por poner un ejemplo un poco dramático, aunque hemos quitado al niño de debajo).
Existe una enorme variedad de tacos en el mercado, pero puestos a discriminar, a favor de la brevedad, nosotros hablaremos de estos:
- De plástico sólidos: Poco efectivos, se expanden un poco al meter el tirafondo y sus uñas se resisten a la extracción, pero no si se ejerce una gran fuerza. Suelen ser blancos.
- Semihuecos: El taco de toda la vida, gris, con una aleta a cada lado. El corte longitudinal que presentan permite abrirse mucho a la punta al introducir el tirafondo.
- Estriados: Es una versión mejorada del anterior. Bueno para paredes sólidas y huecas. Podría decirse que es el mejor taco universal.
- Metálicos para hormigón: Más que un taco, es una pieza que incluye casquillo, cuña y varilla todo en uno. Consigue una agarre increíble sobre hormigón. No se usa a nivel doméstico.
- De latón: Para fijar varilla roscada o tornillería de rosca (no tirafondos) en superficies sólidas.
- Basculantes: Para materiales huecos, la pieza penetra en la cámara y bascula de manera que ya no puede extraerse.
- Metálicos replegables: Parecidos a los anteriores, solo que en este caso se introducen dos alas plegadas que, una vez dentro, se extienden con la ayuda de una pistola parecida a una remachadora.
- Autoperforantes: Para materiales blandos, paredes huecas y cargas ligeras. Se introducen con un destornillador y luego se mete en ellos el tirafondo.
- Químicos: Ideales para paredes de bloque hueco de hormigón o ladrillo perforado. Se practica el agujero con un taladro, se introduce una especie de taco perforado (como una cestita) y se rellena con un producto químico que desborda por los orificios de la cesta y se endurece enseguida. Antes de que endurezca introduciremos en el hueco la varilla roscada o elemento de fijación que nos interese.
Ahora bien ¿cuál debemos escoger en cada caso? Para determinarlo hay tres elementos a tener en cuenta: el tipo de paramento sobre el que vamos a fijarlo, el peso de la carga y la clase de esfuerzo que habrá de soportar el tirafondo. En este artículo vamos a centrarnos en esos tres elementos para decidir qué tipo de taco, de los enumerados arriba, hay que emplear en cada caso.
01 El paramento define el tipo de taco
Es el elemento determinante. No solo porque define qué tipo de taco debemos emplear, sino también porque de él depende la carga que podemos fijar. No nos referimos aquí al tipo de material que compone la pared (piedra, ladrillo, azulejo, madera, yeso…), sino al tipo de pared en sí; es decir, a si se trata de un tabique sólido o de uno hueco. Emplearemos:
—Para materiales sólidos, tacos de expansión. Los hay de muchos tipos (de plástico sólidos, semihuecos, estriados, metálicos, de latón), dependiendo de si vamos a fijarlos en la pared o en el techo (resistencia a la extracción); de si vamos a emplear un tirafondo o una varilla roscada… etc.
—Para materiales huecos, como tabiques de yeso laminado, de bloque de cemento o de ladrillo hueco, tacos basculantes, metálicos replegables, químicos o autoperforantes (solo sobre placas de yeso y cargas ligeras).
—Si desconocemos el tipo de material, tacos universales.
02 La carga define el tamaño del taco
Aún escogiendo el tipo de taco idóneo para la superficie en la que vamos a situarlo, de poco servirá haber acertado si después escogemos la medida incorrecta. Y es que si el tipo de taco lo determina la superficie sobre la que vamos a fijarlo, la medida depende de la carga que pretendemos fijar. Como los fabricantes se encargan de que la longitud guarde relación con su diámetro, nosotros, al hablar de medidas, nos limitaremos a nombrar el diámetro. En general, nos sirve esta norma:
—Para cargas ligeras, 4 a 5 milímetros.
—Para cargas medias, 6 a 8 milímetros.
—Para cargas pesadas, 10 a 16 milímetros.
Ahora bien, dado que todo el sistema depende, no solo de los anclajes, sino también de la resistencia del propio muro, el concepto de carga ligera, media o pesada, resulta muy relativo. Podemos decir que:
—En paramentos sólidos, la carga ligera ronda los 50 kg, la media los 150 kg y la pesada los 1.500 kg.
—En paramentos huecos, la carga ligera ronda los 15 kg, la media los 35 kg y la pesada los 100 kg.
Evidentemente, a la hora de calcular las cargas, el peso total del elemento a fijar debe dividirse por el número de anclajes que se vayan a colocar.
03 El esfuerzo lo redefine todo
En construcción, los materiales están sometidos a cinco tipos de esfuerzo posible: compresión, tracción, torsión, flexión y cortante. Por definición, una expansivo sufre compresión en la zona donde el expansivo presiona contra los bordes del agujero (excepto en materiales huecos) y tracción a lo largo de toda la pieza. La escarpia o la varilla que coloquemos en su interior sufre, además de tracción, algo de torsión en su cabeza.
Pero lo que realmente nos interesa a nosotros, es cómo se produce esa tracción sobre el taco. Y es que un peso que podemos colgar sin problemas de un anclaje colocado en una pared, puede ser suficiente para hacer saltar otro anclaje idéntico, pero colocado en un techo. Esto es debido a que dicho peso tira con un ángulo de 90º en el primer caso y con un ángulo de 180º en el segundo (algo que, por cierto, está muy relacionado con este truco del que hablamos en su día).
Es decir, que a la hora de fijar un elemento debemos pensar, no solo en el tipo de pared y en el peso del objeto en sí, sino también en la forma en la que los anclajes trabajarán en conjunto. Es cierto que en el caso de una vivienda no es habitual que uno se monte, por ejemplo, una tirolina en el salón, así que esta consideración no es demasiado importante, pero sí tiene algunas implicaciones.
La más clara es el orden en el que se deben colocar los anclajes. Si, por ejemplo, vamos a colocar un mueble colgante con seis anclajes, tres arriba y tres abajo, debemos comenzar colocando los de arriba. Después, en lugar de medir con un flexómetro el punto en el que deberán ir los de abajo, colocaremos el mueble y, asegurándonos de que los anclajes superiores cargan bien el peso, tomaremos referencias para efectuar los agujeros para los anclajes inferiores. ¿Por qué? Porque si fijamos los agujeros inferiores aunque sea unos milímetros más arriba de lo debido, estos soportarán toda el peso del mueble, mientras que los de arriba soportarán un esfuerzo de extracción importante, dado que el mueble tenderá a vencer hacia delante. Y obviamente, lo ideal es que los seis anclajes se repartan el mismo tipo de esfuerzo.
También relacionado con el esfuerzo está el tipo de material del que está compuesto el taco. Los hay más y menos resistentes, aunque eso daría para uno o varios artículos más y tampoco queremos dar la impresión que colocar un anclaje sea algo que solo esté al alcance de un profesional.